Todo ese amor que sale de ella
no es para nada mundano.
Ni toda la paz que siento
cuando la tengo en mis brazos.
Ni esa sonrisa que le arranca lo malo a cualquier día.
O la manera en que hace que todo el tiempo se congele cuando
camina frente a mí.
O como pronuncia mi nombre,
como si nunca antes lo hubiera escuchado.
Definitivamente no es de éste mundo,
todo cuánto he logrado sentir
desde que llegó.
Esa voz interna e insistente dentro mío "quédate, quédate ahí..."
y sentarme a mirarla
fijamente,
torpemente, eternamente.
S.T.
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