No sabía que iba a extrañarte tanto,
hasta que me quedé mirando el closet que pusiste en casa. Ni sabía que iba a doler de esta manera hasta que un tornillo -de la chapa que también pusiste tú, -se cayó al suelo y me desperté de golpe.
Luego me hizo eco la última vez que intentaste levantarme en brazos y yo ya era muy pesado, o era el mismo costal de huesos de siempre, pero tú ya no tenías la misma fuerza.
Nuestros gigantes jamás colapsan frente a nuestros ojos.
Por eso he tenido que cerrarlos cuando te fuiste. Por eso sigo pensando que vas a arreglar esa chapa, un día.
Uno de estos días.
S.T.
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