(Y sin querer me convertí en tu día no planeado)
¿Qué te juegas a que no te encuentras otro pecho con la medida justa para tu cabeza?
Siempre me decías que era más fácil arrancarte la cabecita que una idea. Como la idea de permanecer juntos, o decirme convencida que sería un gran papá. Como la idea de llevar una bitácora de todas las cosas que no debían salir de mi boca y que sin embargo lo lograban, a lo grande y majestuoso. Como la idea de querer contabilizar mis arrugas y jurar no soltarnos. O la idea de nunca ser enemigos de nosotros mismos. De ser un uno contra todo.
O la idea de despertar con mis brazos rodeando toda tu existencia. O la idea de que besarnos resolvería todos nuestros problemas (...)
¿Ves cómo sí era más fácil arrancar las ideas?
S.T.