9.6.18

Amor-es Parte II

CAOS.

No te he dicho lo suficiente. Como la vez que me mandaste al coño por no entenderte. Por no ser compatible contigo, con tu jodido signo. Por no tener una fecha de nacimiento digna de tu fase lunar favorita –lo arruinas todo cabròn- lo tengo taladrando mi cerebro, todas las noches antes de dormir. Todas las noches que no puedo dormir, bruja jodida. Todas las noches que tengo que rasguñar entre tus naderías, buscando dónde salió todo mal. Buscando dónde exactamente se rompió. ¿Fue aquella vez que te veías hermosa y no te dije nada? ¿Fue esa ocasión que no dejé de llorar pensando en todos los hijos que nunca vamos a tener? ¿O fue la misma mañana que pusiste un pie en la puerta y yo ya no intenté detenerte? No te he dicho lo suficiente, porque no tengo vida, no existe posibilidad humana. No escribo tan rápido como pienso, y no pienso tan rápido como siento. Imagina entonces, todo lo que no ha llegado ni un poco cerca de tus ojos, de tus oídos. Imagina entonces todo lo que nunca sabremos, todo lo que perdimos, lo que ganamos y no festejamos. Todo el amor que pudimos hacer. Toda la mierda que nos hemos ahorrado, el dolor, el sacrificio del que nos hemos librado. Por amarnos sin conocernos. Por dejar la necedad de que el amor lo puede todo. Las fiestas vacías, el sexo mundano. Las casualidades que ya no importarán, las diferencias. Las películas, los fetiches. Cada pequeño recuerdo depositado en la cápsula del tiempo que enterramos en la eternidad. Todas las mujeres que dejé pasar pensando que tú eras la última, la única, la –me cago en dios-, la – que suertudo bastardo por encontrarla-, todas las cosas que ignoré. Tus reglas absurdas de cuánto y a qué hora debía comer, bajo la premisa de que querías que te durara muchos años, porque amarías mis arrugas y mis manos. Porque nos veíamos muy bien caminando juntos por la calle. Comiendo tus jodidas manzanas porque algún día íbamos a recordar toda nuestra vida, desde la cima de una montaña en otro planeta con el aire más puro de la galaxia. Todos los cigarros que dejé de fumar porque me amabas tanto que incluso amabas todo lo que no podías ver: mis jodidos pulmones, mis terribles dolores, mi solitaria infancia, mis defectos que con el paso del tiempo aprendiste a ver a 100 km a la redonda. Mis defectos que tomaste en los brazos y los amaste hasta que era una carga tan grande que los pusiste en adopción, pero deseando que nadie los quisiera. Porque así era tu egoísmo, del tamaño de las bolas que me dejabas cuando no querías ni coger porque no era el momento, porque no había motivos, porque no.



S.T.

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