Quisiera correr al cuarto de mamá y pedirle muchas monedas, que me adelante todos los domingos de mi vida junto con mi herencia y decirle que le lavo los trastos durante los siguientes 10 años si me da todas las monedas que encuentre en su bolso. Para invitarte un enorme cono de helado, con 200 bolas de todos los sabores que puedas imaginar. Para llevarte de la mano mientras comes un algodón más rosa que la vida, más grande que mis sueños. Aventar monedas en el aire y ganarme el oso más grande de todas las ferias del universo. Y tomarte de la mano con todos los nervios que guardo desde que tengo memoria. Y olvidar por un momento que las cosas no son posibles, y olvidar la guerra, y olvidar lo rotos que hemos estado y olvidar tu ausencia y el dolor. Y quedarme ahí, mirándote con tu enrome vestido de olanes. Y quedarme ahí mirando mi última moneda como el que mira al cielo y pide un deseo. Deseo que todos tus sueños se hagan realidad, que nunca dejes de sonreír porque iluminas todo a tu paso, deseo que nunca sueltes mi mano, que subas a la rueda de la fortuna y que la fortuna sea que me des un beso que me quede cuajado, ahí en la cima de nuestro mundo. Deseo, deseo, deseo sacar el chicle rosa y que cuando lo veas brinques de emoción como quien ha encontrado el amor de su vida. Como yo cuando te encontré, como yo cuando te miré y te besé y me hice niño otra vez, y otra vez volví a creer en la magia y los cuentos con finales felices y los cuentos sin final. Como yo que a tu lado le doy la vuelta al sol en un jodido carrusel, como yo que a tu lado olvido todo el daño que nos podemos hacer, como yo que a tu lado vuelvo a creer que la vida vale la pena, como yo a tu lado. Yo, tu niño, siempre tu niño esperando, con un sinfín de globos listos para despegar al para siempre. Una vez y otra vez y otra Vez y las veces que sean necesarias.
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