Tenìa ese nombre que hasta la fecha me cuesta tanto pronunciar y a veces cerraba los ojos y los labios se empezaban a abrir como esperando... Y luego mandaba todo al carajo y me llamaba aburrido y eso, en ella no era tierno. (Y a ella no le perdonarìa toda la mierda que tù me das. Ni en ese entonces. O a la otra, que yo creìa que sì. No lo harìa en este momento, ni en ningún momento que le siga a este. Tendría que romperte la cara y tendrías que besarme para que yo te perdonara si hicieras lo que hizo ella.)
Se me salió el puño indignado en sangre, se avienta solo a la nada. Yo nunca sè què sigue después y me imagino barrancos. Carros, caballos y barrancos, Paredes, armas de fuego, fuego, fuego y ventanas rotas. Luego escombros. Luego volver, como un jodido perro. Cansado. Como si me quisieras, como si lo dijeras, como si no lo supiera. Tienes el nombre que invita, reclama, exige la guerra. Ganarla. El nombre que daña...
Dañado. Una cadena de daños y de nuevo fuego. No sabes, tù no sabes y luego te ofendes. Vale, que sì sabe la niña, que es una eminencia del conocimiento, que ha llegado el ser supremo de la sabiduría universal. Hombre, que se quiten y abran paso al descubrimiento màs grande de todos los tiempos: Que la quiero y le da igual. ¿Ya? Mentira...
No hay piernas, ya sabes lo que hay debajo, ya sabes porquè me quedo, o no te vas. Lo sabes, lo sabes, lo sabes, lo sabes. Y como toda la jodida vida: Siempre con la razòn en los bolsillos y no sirve de nada.
Va de nuevo:
A veces me creo un cuento.
El cuento de la niña que me pone un mundo entre paréntesis.
-Que se detiene-.
Fin.
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