Vale, vamos a hablar de cosas verdaderamente innecesarias:
Tu jodido andar en puntas, esa forma de buscar mi mano-darte cuenta- y botarla lejos y buscarla de nuevo.
Que te acercas y parece que finalmente anotaré un tremendo gol y te besaré. Y te des cuenta y me botes...
La manera en que me calienta y me hace sentir idiota cuando me explicas cosas de biología y videojuegos y no, no te das cuenta. Y tus ojos que a veces se me clavan tan fijo que no sè dónde meterme. Tus ganas encabronadas de ponerme celoso, a rabiar sólo para divertirte. Que se te escape decir que te importo. Que me vueles los sesos durante las horas absurdas que no estoy contigo. Y que esta línea va seguida de un pensamiento afilado de "¿No te da vergüenza escribir tanta melosidad?". Y lo que me da es asco, y lo que me da son ganas de verte la sonrisa cuando me lees. Lo que me da, cariño, son ganas de desgarrarte de una vez por todas esos filtros baratos, asociaciones baratas...Todo barato si no es nuestro. Nuestro.
¿Ya entendiste los costales del plural?
Cosas verdaderamente innecesarias, cierto, cierto -me pierdo-
Como tu manera de tender la cama, de chuparte los dedos o de cantar. De agarrar el tenedor, de apretarme la entrepierna, de los cráteres que se te hacen cuando sonríes de punta a punta. Como tu competitiva memoria. Como tu amor por las bestias y si me disculpas-me incluyo.
Aquí va algo que a los demás no les importa: Todo lo anterior.
Nota mental 63: Dame la mano, llévame a un notario y que me haga firmar que no somos nada. Y que con eso, cariño, -aunque no te guste pero yo sè que sì- Somos todo.
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