2.7.13

FUNDAMENTOS HISTÓRICOS DE UNA FLOR DE UN DÍA

Juré que nunca me dejaría coger;
yo siempre iba a encajar luz con luz, 
ritmo con color. 
Nunca -dije- caería en caer. 
Reíros: me creía flor. 
Nunca permitiría los besos incorrectos
ni la voluntad cadáver en mi cama, 
ni la cólera profunda y cavernícola
y tristísima
con respecto a mis acciones
sin verdad ni sentido. 

Yo siempre iba a encajar
verdad con sentido,
luz con luz, besos con furia
existencial y demás. 
Creedme: yo iba a vivir en una isla
remotísima y asiática; 
yo -juré- me dejaría la piel
en cada acto, cada signo, 
y cada acto de amor, cada signo, cada coito,
creedme, cada mano, cada ojo, 
iban a ser inolvidables, iban a ser
-y lo decía en serio-
mágicos
y agotadores. 

Juré que nunca viviría
en moldes ajenos
(aunque fueran de ilustres novelas
centroeuropeas); 
yo nunca iba a permitir -decía-
el intento fofo y marchito, 
ni luz apenas, ni besos sin truenos, 
ni -nunca, dije- alexitimia,
anafrodisia, esas barbaridades,
ni perderme
ni rosas blancas pero decorativas
ni vivo sin vivir en mí y todo eso. 

En la catequesis
me decían
no jures jamás
niña idiota.



Berta García Faet (Valencia, España, 1988)

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